Fantástico, surreal, delirante, rococó, obsceno, escatológico, caótico, divertido, fascinante…, estos y otros mil calificativos podrían expresarse de El almuerzo desnudo (Naked Lunch), el texto narrativo —pues no cabe tildarlo de novela—, que William S. Burroughs escribió durante su estancia de extravío en Tánger, entre 1956 y 1957, y que posteriormente fue publicado por Olympia Press en 1959, gracias a la intervención de Allen Ginsberg, quien reunió y dio cierta coherencia a los diferentes fragmentos dispersos.
Burroughs (1914-1997) fue el integrante de mayor edad y, en muchos sentidos, el más independiente y descarriado de la Generación Beat americana. Son conocidas su adicción severa a las drogas y su pasión por las armas de fuego, así como el episodio criminal que protagonizó en México, en 1951, por el que, según la confusa versión del atestado policial, acabó con la vida de su compañera Joan Vollmer, al jugar ambos en estado de ebriedad a Guillermo Tell, con una pistola y un vaso sobre la cabeza de Joan… En los prólogos y adendas que fue incorporando a las sucesivas ediciones de Naked Lunch, ya desde la lucidez de la desintoxicación que le brindó el tratamiento con apomorfina del doctor John Yerbury en Londres, Burroughs nos da pistas sobre las circunstancias en que escribió el texto:
«Al parecer, yo tomé notas detallas sobre la enfermedad y el delirio [droga]. No tengo un recuerdo preciso de haber escrito las notas publicadas ahora bajo el título El almuerzo desnudo. El título fue sugerido por Jack Kerouak […]: un instante helado en el que todos ven lo que hay en la punta de sus tenedores. […] Puesto que El almuerzo desnudo trata sobre ese problema, es brutal, obsceno y repugnante por necesidad».
La lectura de Naked Lunch supone uno de los mayores retos y disfrutes a los que puede enfrentarse todo amante de la literatura. El libro no puede abordarse desde la coherencia presupuesta en cualquier otra obra literaria. No hay trama como tal, ni linealidad narrativa o espacio-temporal. De hecho, fue compuesto siguiendo una técnica de escritura automática, fluida, sin seguir guión alguno; escribiendo a toda velocidad y puesto de hachís durante seis horas seguidas al día en su estancia en Tánger. De este modo, la droga o la ausencia de ella (síndrome de abstinencia) sirven de detonante para el chorro de fantasía del texto.
En el prólogo, Declaración: testimonio de una enfermedad, el autor señala que «la droga produce una fórmula básica de virus maligno: el álgebra de la necesidad». Esta afirmación conecta con el concepto alienante acerca del lenguaje desarrollado por Burroughs: «La palabra es un virus, y si se ha reconocido así, se debe a que ha alcanzado un estado de cierta simbiosis con su huésped o portador humano». El lenguaje, con sus reglas, es un parásito que ha elegido las mentes humanas como hábitat. Por el contrario, la escritura libre, automática, más aún bajo los efectos de psicotrópicos, ayuda a desembarazarse de dicho virus. Y a nosotros, lectores, nos sacude y libera igualmente, si se es valiente tan solo.
La historia de El almuerzo desnudo no sigue hilo alguno, más allá del recorrido errabundo por la fantasía de su narrador principal, William Lee, el Agente, un trasunto del propio autor. A partir de ahí, son muchos los escenarios y personajes que se van sucediendo; alguno de ellos reales, como México, y otros absolutamente ficticios, como el reino de Libertonia o el territorio de Interzonas. Burroughs emplea otra técnica de origen dadaísta para atacar la linealidad de la narración: el cut-up (recorte), que tiene por resultado la consecución de frases y fragmentos de un poético surrealismo. El texto es una colección de viñetas o collages narrativos aparentemente inconexos. A veces, de unos episodios se salta a otros con la simple acotación “Fundido en negro”. El humor negro y las situaciones rocambolescas sirven para sentar las bases del viaje fabuloso a que se enfrenta el lector. Son las muletas a las que recurrirá este para progresar en la lectura.
Otro aspecto transgresor del libro son las referencias sexuales explícitas, que hicieron se considerara pornográfico y fuera censurado en muchos países. Las alusiones a prácticas sexuales de todo tipo, a los órganos, fluidos, etc., así como las escenas de brutales e imaginarias orgías están presentes a lo largo de casi todas sus páginas. No obstante, tales escenas, si se leen en su poética descriptiva, componen un retablo del fin del mundo de intensa belleza; una especie de Jardín de las Delicias de El Bosco.
Se cuentan por cientos las situaciones y personajes memorables en Naked Luch:
- El ya mencionado William Lee, el Agente, que comienza su periplo perseguido por tráfico de drogas por la policía de Estados Unidos: «América no es una tierra joven; ya era vieja y sucia y perversa antes de los indios. El mal está en ella esperando […] Nueva Orleans es un museo muerto».
- El desalmado doctor Benway, que habita en la República de Libertonia, «un lugar dedicado al amor libre y a los baños continuos». Benway dirige allí el Centro de Reacondicionamiento, donde ejerce su labor de «manipulador y coordinador de sistemas simbólicos, un experto en todos los grados de interrogatorios, lavados de cerebro y control». Y es que, en Libertonia, todo es posible: «Un contingente de simiópatas dan aullidos colgados de faroles, balcones y árboles, cagando y meando encima de los transeúntes […] Ciudadanos con bang-utot se aferran a sus penes y piden auxilio a los turistas […] Fanáticos religiosos en helicópteros arengan a las multitudes y hacen llover tabletas de piedra que contienen mensajes sin sentido».
- Hassan y su terrorífica sala de juegos, donde «el acre a olor de proteína del semen llena el aire», y donde toda orgía imaginada se queda corta ante el despliegue de sus habitantes: «el Chaquetero, de ojos inexpresivos como espejos de obsidiana, estanques de sangre negra, mirillas de retrete que se cierran sobre la última erección […] Un sátiro y un muchacho griego desnudo, con escafandras, esbozan un ballet de persecución […] Parejas colgadas de arneses barrocos con alas artificiales copulan en el aire gritando como urracas […] Trapecistas se hacen eyacular unos a otros en el espacio con un solo toque preciso».
- A. J., playboy internacional y bromista, renombrado Mercader del Sexo y financiador de la oscura empresa Islam Inc., en cuya fiesta anual «mil adolescentes se corren a la vez en letrinas y retretes mugrientos de escuelas públicas, desvanes, sótanos, casetas de jardín, norias, casas abandonadas, cuevas de caliza, barcas de remos, garajes, cobertizos, escombreras a las afueras de ciudades ventosas».
- El Mercado de la ciudad, un bazar onírico de horrores en el que se dan cita: «Practicantes de oficios inimaginables ya desaparecidos que garabatean en etrusco, adictos a drogas todavía no sintetizadas, […] estraperlistas de la Tercera Guerra Mundial, […] osteópatas del espíritu […] burócratas de oficinas espectrales, agentes de estados-policía sin constituir, […] entidades larvarias en espera de un ser vivo».
- Interzonas y sus partidos políticos, fragmentados entre las misteriosas facciones de los Licuefaccionistas, los Emisores y los Divisionistas, quienes se dividen en sentido literal: «Se cortan trocitos de su propia carne de los que crecen copias exactas de sí mismos en embriones gelatinosos».
- El álgebra de la necesidad, ese estado terminal de cosas donde… «Y sus ojos muertos de periscopio barrieron la superficie del mundo […] Bibliotecarios enfermos de soledad se unen en besos del alma que apestan a halitosis […] El cáncer llama a la puerta con un telegrama cantado».
Y así sucesivamente, una pléyade de personajes y viñetas… A ciencia cierta, no sé si la factura final de El almuerzo desnudo se debe a la alucinación de la droga, a la intervención depuradora de Allen Ginsberg o al genio innegable de William Burroughs; lo que sí sé es que es uno los libros cuya lectura más me ha desafiado, perturbado, divertido y hecho vibrar a un mismo tiempo. Lanzarse a sus páginas es como saltar al vacío: un acto de valentía y, a la vez, de liberación suma.
OTRAS REFERENCIAS INTERESANTES ACERCA DE “NAKED LUNCH”…
- El prólogo de la obra se cierra con una frase del físico y filósofo alemán Werner Heisenberg (1901-1976, formulador del Principio de Incertidumbre de la Teoría Cuántica): «Quizá este no sea el mejor de los universos posibles, pero es muy probable que sea uno de los más simples». Casualmente, Heisenberg es el alias que Walter White escoge para desplegar sus actividad como cocinero y traficante de drogas sintéticas en la famosa serie Breaking Bad (2008-2013).
- Con base en el libro, se rodó en 1991 una versión libre cinematográfica, de igual título, escrita y dirigida por David Cronenberg.
- La edición española de 1989 corrió a cargo de Anagrama y se debe al descomunal trabajo de traducción de Martín Lendínez (pseudónimo del traductor Mariano Antolín Rato).
- Para saber más acerca de William Burroughs, así como del resto de autores de la Generación Beat, recomiendo leer el muy entretenido y sintético cómic The Beats: a Graphic History (New York, Hill and Wang, 2009).